"No hay sociedades idénticas, no hay países que sean mejores que otros, ni religiones que sirvan para conquistar verdades. Si sólo intentáramos comprender que nuestra vida es tan efímera como un copo de nieve, quizás entonces, después de haber conquistado la belleza, podríamos permanecer serenos hasta la posteridad."


Orhan Pamuk


domingo, 24 de abril de 2011

El Genocidio Armenio. Un drama que aún divide aguas en Turquía

Foto: www.temakel.com


Lucas Farioli / Estambul

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Instituido como el Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos, se recuerda hoy el inicio de la deportación masiva de armenios de los territorios del Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial.
 

La diáspora armenia disgregada por el mundo en primer lugar, pero también la comunidad internacional, recuerdan hoy el inicio de la mayor tragedia en la vida de ese pueblo, el genocidio armenio. Y la Argentina no está ausente en esta fecha, como que desde 2006, el 24 de abril es el Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos. Para recordar aquel día de 1915 en que comenzó una deportación masiva de armenios de territorio turco en lo que se considera el primer caso de “limpieza étnica” de la era contemporánea. Un trágico legado de la historia del Imperio Otomano de la que Turquía es hoy heredera y que sigue intoxicando las relaciones de dos vecinos cruciales en un enclave de alto valor estratégico.
La matanza de armenios en esa parte del mundo durante la Primera Guerra Mundial fue un hecho histórico y reconocido por las partes implicadas. Pero aún existen diferencias a la hora de establecer la naturaleza de los hechos, explicar sus causas, y encontrar puntos de consenso respecto al término “genocidio”, una denominación con la que una inmensa mayoría de los turcos está en profundo desacuerdo.
El 2 de abril pasado, el juez federal Norberto Oyarbide emitía en Buenos Aires un fallo en el que se declara explícitamente culpable al Estado turco por el crimen de genocidio. Lo que generó críticas en Turquía es que el magistrado no hace distinción en su dictamen entre el Estado Otomano (Osmanli Imparatorlugu) y la República de Turquía, o Estado turco (Türkiye Cumuhriyeti), fundada en 1923 por Mustafa Kemal Atatürk. Porque si bien interpretan como un paso positivo el hecho de que se aborde una de las problemáticas más complejas del Cáucaso, también sostienen que el intento del escribano Gregorio Hairabediran de aclarar el destino de sus familiares masacrados a manos de las tropas otomanas y de condenar la barbarie, en la práctica se vuelca en una mera manifestación sin consecuencias prácticas.
Aunque la resolución de la justicia argentina levantó ampollas en Ankara, se preservó la buena marcha de las relaciones bilaterales, reforzada tras la gira por Oriente Medio y Turquía que la presidenta Cristina Fernández realizó el pasado mes de enero. Algo que no le resta importancia al hecho de que la justicia argentina haya sido la primera en el mundo que bajo la aplicación del principio de justicia universal emita un dictamen que aborda de lleno la cuestión armenia.
Pero a 96 años del inicio de las matanzas, ¿cómo se vive este día tan particular en Turquía?
Ayse Seda, profesora de sociología en la Universidad Técnica de Estambul, representa una de las cada vez más numerosas voces críticas dentro de este país. Esta docente de 33 años afirma que en Turquía, “sacar a relucir el tema de las matanzas de armenios, y en especial llamarlo genocidio, es considerado como un insulto a la identidad nacional turca”.
“No tengo la autoridad para determinar si fue o no un genocidio, ya que se trata de un enunciado de naturaleza legal. Lo que está claro es que fue un crimen contra la humanidad. Forzar el exilio de más de 1 millón de personas y conducirlos hacia el desierto en la forma en la que se hizo es una decisión inaceptable e inhumana”, afirma Seda. “Turquía debería disculparse por lo que pasó en 1915. Parece que nos hubiéramos olvidado de que los propios otomanos en su momento intentaron juzgar a los criminales de guerra que ordenaron las deportaciones”, insiste.
Años atrás Seda vivió en la Argentina, donde además de aprender español y completar su tesis doctoral, aprovechó para ponerse en contacto con miembros de la diáspora.
“Simplemente sentí vergüenza… sus padres, su familia… obligados a abandonar sus casas, las ciudades donde vivieron durante generaciones. Sé que es difícil para ellos, pero es preciso que sepan que Turquía no es un país homogéneo. Cada vez somos más los turcos que nos identificamos con la causa armenia”, añade.
Al contrario que la élite intelectual turca, que condena abiertamente el genocidio, los miembros de la comunidad turco-armenia se muestran mucho más herméticos a la hora entrar en este debate.
Tras las iniciales S. Ö., se encuentra una joven turco-armenia de 26 años que accedió a hablar con Tiempo Argentino a cambio de que no se develara su identidad. Tiene miedo y afirma estar “harta de este tema”. Su familia, pese a contar con buenos contactos dentro de la Iglesia Ortodoxa-Gregoriana de Estambul, rehúsa hablar con cualquier periodista extranjero que venga haciendo demasiadas preguntas. No se fían de nadie a quien no conozcan a fondo.
“Vivir en un país musulmán como cristiano a veces puede resultar complicado, en especial cuando te encuentras en un ambiente donde semejantes temas políticos se discuten a menudo. Piensas como armenio, pero te fuerzan a actuar como turco”, asegura la joven. “El asesinato del periodista turco-armenio Hrant Dink (ver aparte) muestra claramente cuáles son los riesgos de posicionarse, sobre todo si eres parte de la minoría”, explica, a modo de disculpa por la evasiva.
Las iniciales M. P. esconden a otro receloso miembro de la comunidad turco-armenia. También es mujer, enseña inglés, está casada y tiene 31 años. Sólo responderá algunas escasas preguntas siempre y cuando su identidad quede a buen recaudo.
“No nos dejan construir iglesias, ni organizarnos, ni practicar nuestra fe. Somos discriminados cuando queremos buscar trabajo. Por ejemplo: no podemos desempeñar cargos en la policía, o en la justicia.”
Cuando la charla se hace más confidencial, la mujer dirá, irritada: “Claro que ese acto fue un genocidio. Mi familia tuvo mucha suerte porque en Estambul a los armenios no los masacraron tanto por miedo a represalias de las potencias occidentales. Pero mi abuela y otros miembros de mi familia contemplaron y sufrieron en primera persona las deportaciones en el este de Anatolia.”  
Aunque la comunidad turco-armenia tiende a mostrarse particularmente aprensiva, los diplomáticos turcos se esfuerzan por mostrarle al mundo que el país es un ejemplo de convivencia inter-comunitario y que ellos están dispuestos a esclarecer lo sucedido. Un derecho a la defensa que aunque atienda a un lavado de imagen, sigue siendo legítimo.
En una entrevista en exclusiva con este diario, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores turco Selçuk Unal aseguró que “ya en el año 2005 el primer ministro trasladó a las autoridades armenias una propuesta formal para formar una comisión binacional de investigadores con el objetivo de aclarar los trágicos eventos”.
“A pesar de la oposición de la diáspora, varios protocolos para la implementación de una comisión investigadora fueron firmados entre los dos países en el año 2009. Esperamos que los trabajos de investigación comiencen tan pronto como los tratados sean ratificados por ambos países”, agregó.
Pero Unal evita referirse al hecho de que hasta el momento, la ratificación de esos protocolos se encuentra paralizada, probablemente debido a la cercanía de las elecciones turcas (previstas para mediados de junio) y el conflicto de Nagorno-Karabakh entre Armenia y Azerbaiyán, este último un aliado clave de Turquía.
“Armenia ocupa ilegalmente desde 1993 una parte sustancial del territorio azerí, con cuyo país compartimos nexos históricos, lingüísticos y culturales. El proceso para la normalización de las relaciones entre Turquía y Armenia debería verse reforzado por avances en la cuestión Nagorno-Karabakh”, señala el diplomático.
Unal aseguró luego que “Turquía no niega el sufrimiento de miles de armenios otomanos, aunque lo cierto es que aquella tragedia tuvo lugar en medio de un período de guerra en el que también sucumbieron millones de turcos”, dice.
“Enfrentar la historia y en concreto una guerra, es algo que no debe hacerse teniendo en cuenta sólo la versión de uno de los beligerantes. Los daños de los que perdieron la guerra son convenientemente ignorados. Quizás por una cuestión cultural o un punto ideológico ciego en la conciencia europea, lo cierto es que la mayoría de los historiadores occidentales detecta el sufrimiento de los cristianos, pero no de los musulmanes”, sostiene más adelante.
¿Cuál es la posición de las autoridades turcas ante el fallo de la justicia argentina?, preguntó Tiempo. 
“Argentina puede estar orgullosa de su sistema de justicia para hacer frente a violaciones de los Derechos Humanos en el pasado, pero eso era sobre la búsqueda de la justicia nacional para una atrocidad nacional. Situarse a un lado en un debate en curso, histórico y legítimo, y pretender distribuir la justicia con respecto a acontecimientos que tuvieron lugar hace casi un siglo, en otro continente, es algo para lo que la justicia argentina ha demostrado no estar preparada, en especial teniendo en cuenta que esa es la diáspora armenia más influyente de toda América Latina”, fue la respuesta.
Casi un siglo después de las matanzas, armenios, turcos y argentinos se ven envueltos en una cuestión ardua, explosiva y que sigue levantando pasiones. La polémica está servida, y sigue siendo un plato muy caliente en un contexto geopolítico especialmente volátil.

La Prensa Turca en la mira de Europa

Foto: Tiempo Argentino


Lucas Farioli / Estambul

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Una comisión debatirá en Bruselas presuntas violaciones a las libertades fundamentales en Turquía. El gobierno argumenta que la oposición puede manifestarse libremente, y que permitió la publicación de un medio pro-kurdo.

Ha caído como un verdadero balde de agua fría en Ankara, donde el líder del gobierno, Recep Tayyip Erdogan, reitera de forma constante que en “Turquía se respeta escrupulosamente la libertad de pensamiento y expresión”. Se trata del “inoportuno” anuncio de la Comisión Europea para los Derechos Humanos en el que hace públicos sus planes de convocar a una sesión extraordinaria en Bruselas para debatir presuntas violaciones de los derechos fundamentales de expresión y libertad de prensa en Turquía y los Balcanes. La reunión, a la que también asistirá Stefan Fule, comisario para la ampliación de la unión, vuelve a poner de relieve el debate que se genera en Bruselas acerca del ingreso de Turquía a esa comunidad de naciones, que se expresa en críticas hacia el estado de la libertad de prensa.
Además de suponer un nuevo revés para las aspiraciones europeas del país euroasiático, el anuncio encendió aun más el acalorado debate doméstico sobre la libertad de prensa a pocas semanas de que la policía allanara la redacción el periódico Radikal con el objetivo de localizar y destruir el borrador de un libro altamente crítico con la gestión del ejecutivo, que todavía no llegó a publicarse. Un mes y medio atrás los periodistas del portal OdaTV Soner Yalçın, Barıs Pehlivan y Barıs Terkoglu eran detenidos bajo sospecha de formar parte de la trama golpista Ergenekon, un complot antigubernamental cuyo presunto cometido radicaba en hacer caer al gobierno islamista de corte moderado del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco).
La medida no estuvo exenta de polémica cuando ante la repercusión que alcanzaron las detenciones, el nuevo embajador de los Estados Unidos en Ankara, Francis J. Ricciardone, calificó las políticas del Ejecutivo en materia de libertad de prensa como de “hipócritas”. Declaraciones que levantaron la ira del primer ministro Erdogan, quien se refirió al nuevo embajador como “un novato desconocedor de la realidad política del país”.
Sin embargo, la otra parte de la balanza está representada por el hecho de que bajo el mandato del AKP regresó a los quioscos el periódico pro-kurdo Ozgür Gündem (Agenda libre), que fue ilegalizado durante los ’90, y varios de cuyos integrantes fueron asesinados presumiblemente por paramilitares afines a la gendarmería turca. Algo que de alguna manera puede ser puesto en favor de las tesis de apertura que promociona el ejecutivo con la mirada puesta en la Unión Europea.
El hecho de que al día de hoy no son pocos los que consideran que la libertad de prensa en Turquía ha disminuido de forma considerable. Para los medios progubernamentales, “la ola de arrestos son la primera consecuencia de la presión por parte de los sectores republicanos más nacionalistas”. Un ejemplo de esto es la asociación de estudiantes Türkiye Gençlik Birligi (Unión de Juventudes de Turquía), quienes realizan protestas casi a diario por las calles estambulíes, ataviados con sus banderas y gritando consignas antigubernamentales. Por su parte, la oposición del Partido Republicano –que engloba el conjunto de las voces de los sectores laicos– no parece mostrarse muy entusiasmada con la apuesta europea de Erdogan, mientras las constantes refriegas con la prensa opositora han situado al Ejecutivo en el punto de mira de un sector muy relevante de los medios de comunicación turcos y del exterior.
Pero según los medios oficialistas, el Ejecutivo tiene otras razones para mostrarse tan tajante: la historia turbulenta de intervenciones militares en la democracia del país, la multitud complots golpistas (Ergenekon y Mazo de Hierro) y los persistentes actos de desobediencia de elementos de las fuerzas armadas (como lo fue el sobrevuelo de cazas turcos sobre el espacio aéreo griego durante la visita oficial del primer ministro heleno), entre otros muchos sucesos, hacen temer que se repitan los acontecimientos que terminaron con los golpes de 1960 y 1980. Algo que bajo el paraguas de la Unión Europea sería mucho menos propicio. <